martes, 3 de mayo de 2011

48. ¿Cómo se puede lograr una enseñanza significativa empleando recursos de la tecnología educativa?

Todos somos conscientes del constante cambio que vive el mundo. Esta persistente transformación parece ser lo único seguro en nuestra sociedad, donde el cambio va desde aspectos sociales hasta la más avanzada tecnología.

Lo que antes parecía inmutable, hoy es información obsoleta. La educación, como principal fuente de progreso y transformación social, se ve obligada a ir cada vez más acorde a estos nuevos avances. ¿Cómo la educación debe responder ante esta realidad?

Educar hoy es más que transmitir información. Al hacerlo caemos en el riesgo que en unos años –y hasta meses siguientes-esa información esté en proceso de cambio, afirmando que el conocimiento en esta era tiene fecha de caducidad. Educar hoy conlleva aplicar, poner en práctica, aprender a pensar, a adaptarnos, a ser autónomos. Es reto de los educadores anteponernos, salirnos de la caja e ir más allá con nuestros estudiantes. Es replantearnos constantemente para responder a las necesidades del mundo actual.
La globalización y los constantes avances, motivan a la educación acentuarse en la enseñanza del aprender a aprender, aprender a convivir y aprender a aprender. Dotar a los estudiantes de las herramientas y competencias básicas para aprender por ellos mismos e incorporar conocimientos durante toda su vida; aprender a tolerar la diversidad y potencializar la complementariedad; y comprender que el valor de las sociedades está relacionado con el nivel de formación y la capacidad de innovación y emprendimiento de sus ciudadanos.

Se hace necesario entonces, crear nuevos ambientes de aprendizaje- culturas de pensamiento- que planteen un proceso de enseñanza cada vez menos pasivo, y más auténtico, autónomo y centrado en el alumno. Un aprendizaje cada vez más práctico, colaborativo, integral, significativo y contextualizado. Acciones que vayan centradas en aprender cómo se hacen las cosas, más que el mero contenido y la información.

Debemos pensar de cara a lo que deben saber nuestros estudiantes hoy y en el mañana, ¿Cuáles son los componentes de una educación efectiva para el mundo en que los estudiantes viven ahora y vivirán por los próximos 10, 20, 30 años? ¿Realmente promovemos una cultura de pensamiento y comprensión en el aula?

Responder estas interrogantes conlleva re-evaluar nuestro currículo. La escuela, y a su vez los maestros, ahora tienen el reto de organizar un nuevo plan de trabajo, de manera que promuevan el desarrollo integral de los estudiantes y respondan a las necesidades reales y de nuestro contexto. Seleccionar los aprendizajes relevantes y coherentes, acordes a las demandas de sociedad actual y aquellas necesidades que se desean suplir mediante la educación escolar. Un currículo enfocado en ambientes de aprendizaje más constructivistas y donde se determinen las competencias y habilidades prioritarias para una educación de calidad hoy, donde se establezcan los planes de acción sobre qué enseñar y para qué es importante, cómo y cuándo hacerlo, centrado en el alumno.

Surgen entonces nuevos planteamientos que buscan enfocar la educación, ya no en una acumulación de información y conocimiento, como “posesión” de entendimiento, sino enmarcarla en una enseñanza para la comprensión y el aprendizaje significativo, encaminada al pensar, acción y práctica. Al hacer esto, la planificación curricular va orientada esencialmente en quienes aprenden, y el para qué les va a servir, e ir acortando cada vez más la brecha entre el aprendizaje que se da en la escuela con las experiencias de los alumnos fuera de esta.

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